EL DURO RELATO DE LA REPRESENTANTE SALIENTE DE LA ESCUELA NORMAL DE TILCARA
Emilia, una adolescente valiente y sensible, decidió hablar en voz alta sobre lo que muchos callan: el bullying. Su discurso no fue uno más. Fue un grito emocional, una denuncia necesaria y una invitación urgente a reflexionar sobre lo que está pasando en nuestras escuelas.
Pablo Algañaraz
7/28/20252 min read


Con la voz entrecortada, pero con una firmeza admirable, Emilia contó su historia: fue víctima de acoso y maltrato por parte de sus propios compañeros. Describió el dolor de ver su nombre escrito con insultos en las paredes del baño de mujeres. Denunció que, en lugar de actuar con compromiso, la escuela respondió pintando las paredes, pero no el problema de fondo.
🧱 "Borraron los insultos... pero no el daño que me hicieron", dijo. Y el silencio que siguió en la sala fue más fuerte que cualquier aplauso.
🧠 Un llamado directo a adolescentes y adultos
Lo que hizo aún más poderoso su discurso fue su mirada amplia y empática. Emilia no solo habló desde el dolor, sino desde la conciencia: interpeló tanto a adultos como a sus propios compañeros, recordándoles que mirar para otro lado también es ser parte del problema.
“No es solo quien agrede. También es quien se ríe, quien no dice nada, quien lo deja pasar”, remarcó, dejando en claro que el bullying no se sostiene sin la complicidad del silencio.
💪 Agradecimientos, apoyo y resistencia
En medio de su relato, Emilia también se tomó un momento para agradecer: a su familia, que fue su contención en los días más oscuros, a sus amigas por estar, y a las profesoras Paula Palacios y Naura Vargas, que la escucharon y la acompañaron con empatía y compromiso.
Lejos de caer en la resignación, cerró con un mensaje de esperanza y lucha. Dijo que no está dispuesta a callar más, y que quiere ser una voz para quienes hoy están sufriendo lo que ella vivió. Se ofreció, incluso, a acompañar a la próxima representante estudiantil si alguna vez necesita ayuda.
📢 Un mensaje que no puede ignorarse
El discurso de Emilia no fue solo un testimonio. Fue un acto de coraje. Un cachetazo al desinterés, y una oportunidad para revisar qué tipo de escuela estamos construyendo.
Hoy, más que nunca, el sistema educativo necesita escuchar estas voces. Y nosotros, como sociedad, tenemos el deber de no mirar hacia otro lado.
Porque como dijo Emilia:
“No quiero que otra chica tenga que vivir lo que viví yo para que recién ahí reaccionen.”
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